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A ti, mamá primeriza:

Foto del escritor: First Time MamasFirst Time Mamas

El 14 de marzo del año pasado nació mi hija Antonia Sofía. Después de tanto esperarla, finalmente la tenía en mis brazos. Recuerdo que la operación fue muy rápida y en menos de lo esperado, ya la tenía conmigo. Lágrimas caían de mis ojos sin darme cuenta y sonreía como nunca antes. Sentí una mezcla de emociones indescriptible, que estoy segura que solo otra mamá podría entender e  identificarse con este momento tan especial. 


La enorme felicidad (y tal vez la mezcla de analgésicos en mi cuerpo) me hacía sentir que flotaba, que música sonaba y que ella y yo, a pesar de ahora ser dos cuerpos diferentes, estábamos más conectadas que nunca. Cuando se la llevaron para limpiarla y atenderla mientras terminaba mi operación, me abordó una ola de diferentes sentimientos. ¿A dónde se llevan a mi bebé ? ¿Tendrá frío ahora que está fuera de mi panza? ¿Tendrá miedo al no verme? ¿Pasará hambre hasta que me recupere y pueda alimentarla? Todas estas preguntas seguidas de sentimientos de confusión, de miedo. Oficialmente, era mamá. La vida de esa persona dependía casi completamente de mi. Que coma, que duerma, que esté limpia, que esté cómoda, que se sienta tranquila y feliz, que no le falte nada, que nadie le haga daño. Pasó de estar en mi cálido vientre, cómoda y segura, a un mundo desconocido, donde no conocía a nada más que mi barriga, donde nadie hablaba su idioma. 


Poco a poco me sumergí en un profundo sueño. Y cuando desperté, ya no estaba en el quirófano, sino sana y salva en la habitación del hospital. 

En el momento en el que me la entregaron, sentí preocupación. ¿Soy suficiente? ¿Lo haré bien? No sabía por donde agarrarla, se veía tan chiquita y tan frágil que tenía miedo de lastimarla. Cuando la enfermera entró a enseñarme a darle de comer, ni la bebé ni yo sabíamos cómo hacerlo ¿Es mi culpa? ¿Debí haberme preparado más? ¿Leído más? ¿Estoy lista? 


Luego llegamos a casa después de la clínica y las dudas e inseguridades siguieron aumentando. Era como una lista de dudas que a medida que pasaba el tiempo solo seguía aumentando. Sentía que no tenía idea de lo que estaba haciendo, que seguramente lo estaba haciendo mal. Eso sumado a mi recuperación de la cesárea, necesitar ayuda hasta para acostarme en la cama y una bebé que necesitaba mi al 100% cuando yo difícilmente funcionaba al 60%. Esto más las noches sin dormir, las miradas y comentarios de todo el mundo, los altos y bajos de la lactancia, los llantos sin razón y miles de momentos por los que pasas los primeros días. Cada vez me sentía más chiquita, y era yo quien más se encargaba de señalar mis errores y hacerme de menos. 


Ahora, un año y tres meses después, quisiera regresar a ese momento. A esa madrugada fría, mientras dábamos vueltas por el cuarto con ella envuelta en tres cobijas. Con los brazos cansados de arrullar y ya sin ideas de qué canción tararear. Con los labios secos de tanto shhhh y mirando a la ventana sin creer que el sol ya está saliendo. Con angustia de pasar otra noche sin dormir, de si algún día dormirá, de si esto es lo mío, si lo estoy haciendo bien. Quisiera regresar a este momento, y abrazarme muy fuerte. 


Decirme cuánto me admiro. Lo fuerte y lo valiente que soy. Que aun sin tener idea de lo que estoy haciendo, lo estoy haciendo bien. Que todos mis errores son valiosos, de ellos aprendí todo lo que hoy sé. Que aunque ahora no duerme, eventualmente va a roncar mientras yo converso con su papá  y nos reímos de sus ruiditos. Que aunque ahora no logremos que coma suficiente va a llegar el día en el que pueda darle de lactar hasta de cabeza. Que aunque ahora me siento sola, hay muchas más mamás como yo allí afuera con las que voy a poder compartir todo esto. 


Quisiera decirme que no tengo que ser perfecta. Que no tengo que aprender a ser mamá de la noche a la mañana, que está bien cometer errores, está bien estar cansada, está bien sentirme abrumada. Pero que no me enfoque únicamente en eso. Que disfrute esos ojitos curiosos, esas manitos delicadas y piesitos pequeñitos. De poder pasearla por toda la casa en una sola mano y de pasar acurrucadas todo el dia. Que el tiempo vuela y que de la noche a la mañana va a estar dando sus primeros pasos y diciéndome “ma ma”. Que no hay manual para ser la mamá perfecta, pero que no hay mamá más perfecta para mi hija que yo. Que no me preocupe tanto, que disfrute un poquito más. 


Ahora que mi hija tiene 1 año y pasadito de vida, y la veo día a día convertirse en una hermosa y cariñosa niña, sé que lo estoy haciendo bien. Y me abrazo, por todas las veces que no lo hice en el pasado. Me abrazo muy fuerte y tambien abrazo a todas las mamás que hoy están pasando por lo mismo, con la esperanza que ellas lo hagan en ese momento.


Porque si podemos, y somos las mejores mamás para nuestros bebés <3



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